El delirio de los objetos
EL DELIRIO DE LOS OBJETOS
Exposición de fotografía en la Fundación Bruno Alonso
Del 18 de junio al 13 de julio de 2015
“La propiedad, como el poseer, se hallan ordenados a lo táctil, manteniéndose en cambio en una cierta oposición respecto de lo óptico. Los coleccionistas son gente con un fuerte instinto para el tacto. Por lo demás, y recientemente, al declinar el naturalismo cesa la primacía de lo óptico, que dominó en el pasado siglo. Óptico, lo propio del flâneur; táctil en cambio el coleccionista. ”
Walter Benjamin
Este proyecto de coleccionismo visual desarrollado entre París y Burdeos guarda relación con el término flâneur (paseante que vaga sin rumbo fijo, según Walter Benjamin), puesto que no hay un afán de poseer lo que se encuentra en los mercados de antigüedades, más bien se trata reducir la escala visual para vagar por esos pequeños mundos contenidos en las mesas de cada puesto, o sobre el mismo suelo, abstrayéndose del murmullo de los comerciantes que tratan de deshacerse de sus preciados objetos.
Lo que empieza como un mero registro de artilugios curiosos y entrañables termina como un viaje posterior desde la mesa de edición fotográfica hacia el espacio transitado, ya que en las fotos aún aguarda algún matiz que no fue percibido en el momento del disparo.
La disposición casi azarosa de los objetos puede llegar a saltar siglos dentro de un mismo encuadre, proponiendo algún tipo de relación insólita pero a veces más que evidente, que golpea el ojo y despierta la imaginación más descabellada.
Es también el delirio de una ausencia el que nos envuelve, al sentir cierta lástima por esos objetos (algunos tan personales) cuyos dueños han sido suplantados por la etiqueta de un precio. Qué circunstancia causaría su desdicha pese a conservar ese atisbo de felicidad de otro tiempo.
Se busca de forma incesante la mirada en los muñecos, en las fotos o en las esculturas, como un desafío entre cosa y espíritu, cordura y sinrazón.
No hay un instante decisivo, pero sí un tiempo de observación, pues en lo minúsculo parece iniciarse un diálogo que yace semiescondido, entre algo que imaginamos y casi no vemos.
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